jueves, 16 de septiembre de 2010

SOTO DEL REAL

Si me preguntaran cuál ha sido la experiencia pedagógica más especial en mis casi 30 años de profesión seguramente tendría que hablar de Soto del Real.En el verano de 2008 fui invitado por la Dra. Pilar Lago a participar en los cursos organizados por ella y por la UNED en este centro penitenciario madrileño, y así "tuve ocasión" de entrar por vez primera en una cárcel.Tenía que impartir unas sesiones sobre historia de la música y música popular a un auditorio formado por internos de ese centro en dos días consecutivos.No tenía ningún tipo de experiencia previa al respecto ni prejuicios de ningún tipo por lo que quizás viví especialmente esas jornadas.
Lo primero que llama la atención y te hace consciente de que accedes a un lugar diferente son los diversos controles por los que tienes que pasar (tres si mal no recuerdo) para por fin llegar al interior, recuerdo que tuve problemas para poder introducir la zanfona por las puertas giratorias. Una vez dentro y con el alumnado dispuesto a escuchar te percatas de que su aspecto es "normal" y hasta refinado en algunos casos y piensas que no es tan difícil-sino más bien todo lo contrario- que alguien se desvíe por alguna senda equivocada en un momento de su vida y vaya a parar ahí por un tiempo lo que te hace reflexionar y pensar
también que fuera habrá mucha gente que haya hecho más "merecimientos" que los que allí estaban en ese momento...
Supongo que el hecho de asistir a ese curso de sensibilización musical les estaba sirviendo para alcanzar lo antes posible la libertad y su reinserción, el caso es que a pesar de lo que estoy comentando había matices que hacían distinto aquel curso de otros a los que haya asistido.
Primero, que nadie tenía prisa por marchar de las sesiones lo que, podeis suponer, motiva un montón al docente porque le eleva automáticamente su autoestima profesional.Estaba claro que mi presencia allí era algo así como un viento de libertad y también caí en la cuenta de que en esos momentos ellos se sentían "libres" en aquella actividad que les hacía olvidar su cautividad, cautividad que seguramente volverían a recordar en el momento que saliesen de la charla .
Segundo, el interés que en general mostraban por lo que estaban escuchando, haciendo preguntas muy pertinentes y dejándome comprobar como algunos de ellos poseían un nivel cultural alto previo o adquirido allí mismo.Preguntas que continuaban una vez terminaba oficialmente el tiempo del curso. Recuerdo también que les impactó el sonido y plasticidad de la zanfona, instrumento que utilicé tanto para la sesión de historia de la música como para la de música popular.
Tercero, la participación en las actividades propuestas, especialmente en las que invitaban a cantar y a bailar.La profesora Pilar Lago supo magistralmente conducir sus sesiones (en las que yo también participé como un alumno más)y más de uno pasó de la perplejidad al regocijo de estar bailando con compañeros y compañeras (y con los profesores) en una auténtica fiesta que les estaba haciendo gozar de un día distinto y cercano quizás a los que les gustaría pasar en un futuro fuera de allí.
Me comentaron una vez que concluí mis clases que entre el alumnado había quien estaba a punto de salir y otros que cumplían condena por cuestiones muy serias, yo desde luego siempre les deberé gratitud a todos y a la Dra. Pilar Lago por haberme permitido compartir con ellos mi libertad.

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